Conoce mi historia, la de una profesora de idiomas amante de las conversaciones interesantes
Quiero que te sientas tú mismo en una lengua que no es (todavía) la tuya.

Creo firmemente que todas las personas, vengan de donde vengan, vivan donde vivan y hablen la lengua que hablen, tienen cosas interesantes que contar.
Todas poseen un don o una habilidad que las hace únicas. Todas tienen proyectos, anhelos y sueños, que se merecen cumplir.

Con las lenguas expresamos nuestros sentimientos y nuestra personalidad.



Si no conoces o dominas el idioma de tus interlocutores, dejas de mostrarles todo tu potencial como persona y como profesional.
Por eso, mi misión como profesora es hacerte brillar en tu nueva lengua.


¿Quién es
Núria Comamala?
Una filóloga amante de los viajes, los libros y la gastronomía.
La enseñanza me ha atraído siempre. Transmitir conocimiento es lo que más me mueve y con lo que más disfruto, lo que me hace vibrar y me llena de energía.
He vivido en Florencia, Roma, París y Dublín, pero siento debilidad por Italia.
He estado al servicio de la Administración local durante casi 25 años. Antes, durante y después he compaginado el trabajo en un Ayuntamiento con la enseñanza de idiomas y la corrección y traducción de textos.

Soy profesora de idiomas porque…
- Disfruto enseñando lenguas.
- Me gusta la gente. Y enseñar idiomas me permite conocer personas interesantes de cualquier parte del mundo.
- Me siento cómoda en la distancia corta y el petit comité. Las clases uno a uno y los grupos reducidos dan pie a la conversación tranquila e interesante.
- Conversar con mis alumnos es siempre una fuente de placer y enriquecimiento. Me encanta escucharlos, conocer su día a día, sus historias y sueños. Y, aunque con algunos estemos a miles de kilómetros y haya una pantalla de por medio, se crea un vínculo que con frecuencia se convierte en amistad.
Y porque LA LENGUA Y LAS GANAS DE ENSEÑARLA HAN ESTADO PRESENTES EN MI VIDA SIEMPRE

Un poco más sobre mí
Estudié lengua y literatura en la Universidad y cuando terminé la carrera, tenía claro que quería ser profesora en un instituto. Acepté un trabajo en los servicios administrativos del Ayuntamiento de mi pueblo con la única idea de tener tiempo para preparar las oposiciones.
Poco podía imaginar que esa ocupación “temporal” me seduciría tanto que acabaría (con algunas idas y venidas), por convertirse en mi profesión durante casi 25 años.
Empezaba la década de los ’90, y pronto la ilusión de enseñar gramática y poesía a adolescentes quedó eclipsada por un montón de proyectos interesantes, la transformación urbanística de Peralada y la llegada de los primeros residentes belgas, franceses, alemanes, ingleses…
El padrón municipal se llenó de apellidos extranjeros. Y las oficinas del ayuntamiento, de nuevos vecinos intentando hacerse entender a base de gestos, verbos en infinitivo o intérpretes. Mi espíritu observador, la vocación de servicio y el instinto de profesora en ciernes solo pensaba en ayudarles.

L’ Italia nel cuore
Llevaba 16 años en la Administración, cuando una noche de mayo en la terraza de una casa del Empordà, alguien que como yo amaba el Bel Paese, soltó con total convencimiento:
“Italia es un país que hay que visitar como mínimo una vez al año”.
Mis compañeros de mesa continuaron impasibles la charla, pero a mí se me aceleró el corazón. Acaricié el colgante en forma de bota que adornaba mi cuello, y pensé en el secreto que llevaba casi dos años guardando: me estaba preparando para hacer realidad mi proyecto más loco: vivir un año, con todas sus estaciones, en Florencia.
Cosa poco frecuente en mí, lo había decidido en un arrebato después de un breve viaje en solitario a Roma. La atracción que había ejercido en mí la Ciudad Eterna había sido tan grande que de vuelta a casa decidí que quería vivir en Italia durante un tiempo.
Empecé a estudiar italiano, a tomar clases con diferentes profesores y a ver su manera de enseñar. Y me reconecté con las ganas de enseñar que tenía desde que acabé la carrera.

Con unas nociones de italiano y el recuerdo de aquellos días de julio en Roma, pedí una excedencia y me fui a Florencia.
La ciudad de Dante me fascinó, y el año que pasé allí fue uno de los más especiales de mi vida. La experiencia como profesora de español para extranjeros y el primer contacto con la enseñanza de idiomas con fines profesionales me entusiasmaron.
Después de la Toscana, vinieron los Abruzos y de allí la vuelta al Empordà.
Pero la estancia en Italia y las experiencias laborales allí me habían despertado todavía más el gusanillo de la enseñanza. La idea de regresar al extranjero, de continuar aprendiendo idiomas y de abrir mi propia escuela se hicieron recurrentes.
Volví a Italia, y viví en Irlanda y París.
A finales de 2017, de nuevo a Peralada, llegó finalmente el momento de iniciar mi proyecto empresarial.

Hoy llevo 4 años como profesora de idiomas, pero, como ves, la lengua ha estado siempre presente en mi vida.
Ojalá mi historia te haya inspirado para estudiar catalán, español o italiano. Por mi parte, estaré encantada de acompañarte.